miércoles, 25 de noviembre de 2009

El Romanticismo y el Nacionalismo.

Aunque sus orígenes podrían remonatrse hasta la segunda mitad del siglo XV con la formación de los Estados – Nación, su definición como concepto no apareció hata finales del XIX. No cabe duda de que el nacionalismo caminó ligado a la ideología liberal aunque no siempre emergió del mismo modo. Mientras en Francia y Estados Unidos este nacionalismo surge como respuesta violenta al poder establecido, en Alemania serán las agresiones del ejército de Napoleón y su Imperio, lo que dará origen al sentimiento nacional germano. En el caso de Itália se produjo una identificación entre nacionalismo y democracia frente al absolutismo y autoritarismo de los Imperios.


El nacionalismo se aprovechó de la atmósfera espiritual del Romanticismo que vinculaba el nacionalismo cultural al de orden político. En este sentido, la Independencia de Grecia (1828) sirvió de ejemplo y referente para los pueblos con esas mismas aspiraciones en Europa y acabó mitificándose gracias a las obras de Lord Byron o Victor Hugo.

Podemos diferenciar dos tipos de nacionalismo:

1- El nacionalismo liberal o "voluntarista": Su máximo defensor fue el filósofo y revolucionario italiano Mazzini. Éste consideraba que una nación surge de la voluntad de los individuos que la componen y el compromiso que estos adquieren de convivir y ser regidos por unas instituciones comunes.


Desde ese punto de vista cualquier colectividad era susceptible de convertirse en nación por deseo propio, bien separándose de un estado ya existente, bien constituyendo una nueva realidad mediante la libre elección.

TEXTO

“Una nación es la asociación de todos los hombres que, agrupados por la lengua, por ciertas condiciones geográficas o por el papel desempeñado en la historia, reconocen un mismo principio y marchan, bajo el impulso de un derecho unificado, a la conquista de un mismo objetivo definido. (...) La patria es, ante todo, la conciencia de la patria.”


Mazzini. ¿Qué es una nación?

2- El nacionalismo conservador u "orgánico": Sus principales valedores fueron Herder y Fichte ("Discursos a la nación alemana", 1808). Según ellos, la nación conforma un órgano vivo que presenta unos rasgos externos hereditarios, expresados en una lengua, una cultura, un territorio y unas tradiciones comunes, madurados a lo largo de un largo proceso histórico.


La nación posee una existencia objetiva que está por encima del deseo particular de los individuos.



TEXTO.

“Todos los que hablan un mismo idioma (...) hállanse unidos entre sí desde el principio por un cúmulo de lazos invisibles (...) de modo que los hombres no forman una nación porque viven en este o el otro lado de una cordillera de montañas o un río, sino que viven juntos (...) porque primitivamente, y en virtud de leyes naturales de orden superior, formaban ya un pueblo.



Así la nación alemana, gracias a poseer un idioma y una manera de pensar comunes, hallábase suficientemente unida y se distinguía con claridad de los demás pueblos de la vieja Europa...”

Fichte. “Discursos a la nación alemana, 1807".

Poco a poco se fueron elaborando una serie de elementos clave que debía poseer la nación en el segundo tercio del siglo XIX:

-autodeterminación política

- conciencia de grupo

- el mismo credo religioso

- cultura y lengua propia

De ese modo, la nación como tal adquiría unas aristas más sentimentales que políticas.

En la primera mitad del siglo XIX destacan los casos de Grecia, que se independizó del Imperio Turco Otomano, así como los intentos de Polonia, Irlanda, Hungría y Chequia. Estos junto con Bélgica, trataron de crear un nuevo estado desgajado de otro dominante, siendo un nacionalismo centrífugo o separatista.

El Liberalismo.

Definamos en primer lugar que es el Liberalismo: El liberalismo es un movimiento de amplia proyección (económica, política y filosófica) que defendía (hoy lo sigue haciendo) como idea esencial el desarrollo de la libertad personal individual como forma de conseguir el progreso de la sociedad. Una parte de sus ideólogos propugnaron la aplicación de esos principios de forma gradual, en tanto que otros más radicales utilizaron la vía revolucionaria para impulsarlos. En cualquier caso la clase social que dio aliento al liberalismo fue la burguesía. El liberalismo se desarrolló paralelamente a otro gran fenómeno del siglo XIX: la Revolución Industrial.


Sus rasgos estrictamente políticos son:

La defensa de las libertades y los derechos individuales de pensamiento, conciencia y asociación.

La igualdad jurídica de todos los ciudadanos ante la ley.

La soberanía nacional por la cual el poder reside en el pueblo y no en el monarca, tal y como el legitimismo de la Restauración sostenía.

La división de poderes teorizada por Montesquieu.

El control de la gestión publica a través de la publicidad y la libertad de prensa y opinión.

La ordenación del régimen político mediante una Ley Fundamental o Constitución que estuviese por encima del rey y encarnase la soberanía nacional.

El liberalismo significó

Un profundo cambio social que garantizó el poder de la burguesía y la instauración de un orden clasista basado en la riqueza y no en los privilegios. Ese dominio se sustentó inicialmente en el ejercicio del sufragio censitario, pero éste quedó superado a raíz de las revoluciones de 1848 y fue sustituido por otro más amplio, de carácter universal.

La plasmación práctica de esta ideología se consiguió tras las sucesivas oleadas revolucionarias que jalonaron la primera mitad del siglo XIX: 1820, 1830 y 1848.


El filósofo inglés John Locke fue el primer gran protagonista de la incipiente doctrina liberal gracias a sus “Dos tratados sobre el Gobierno Civil”, en donde ya sistematizaba los primeros principios políticos liberales derivados de la revolución inglesa: formas de gobierno basadas en la voluntad de la mayoría -en camino de la soberanía nacional- en la necesidad de que el gobierno rinda cuentas al pueblo y en que existan libertades individuales y formas de igualdad ante la ley.
La fuerza de la obra de Locke traspasó fronteras y sería recogida y reelaborada años después por la Ilustración, por unos filósofos que recogieron el testigo del británico enriqueciendo sus contenidos ideológicos, propio de una burguesía ascendente, optimista y humanista, convirtiéndolos en el cuerpo doctrinal fundamental de la Revolución Francesa (1789) y de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, y materializándose fuera de las fronteras europeas durante el proceso de independencia norteamericano.


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